
Terremoto a la conciencia
Un remezón del alma sería más fácil de ver. Y de oír, y de sentir, y de vivir. Sin embargo hace falta uno de tierra - y fuerte. Y aunque incluso ha venido y causado trágicos estragos humanos, aún así no se oye. ¿Qué más nos hace falta entonces?
La tierra se mueve porque debe, porque es parte de su existir aquí y ahora. No escoge, no presume, no decide, no delega, no planifica, no espera, no apunta, no intenciona. La tierra se mueve porque debe y el mar reacciona, su alzamiento es consecuencia de lo previo. Así de simple es todo. Por sorprendente que parezca, eso es todo.
Los que no atinamos somos nosotros. Vivimos, sufrimos el acontecimiento, recibimos todas las consecuencias del hecho, con pérdidas terribles, con dolores intensos y perdurables, con todas las emociones propias de la horrible catástrofe. Nosotros pasamos por todo eso y nosotros, que somos los concientes, podemos reconocer la oportunidad de este hecho y frente a ello actuar.
Dejar atrás lo que no sirve, el egoísmo por ejemplo. Y en su lugar escoger la compasión irrenunciable y para siempre; escoger la acción inmediata en vez de la queja pasiva de la espera; la respuesta en vez de la inútil pregunta; la acción propia e inmediata en vez de la acusación por la inacción o la respuesta tardía del otro; lo concreto y urgente en vez de lo superficial y teórico; la mano extendida en ayuda en vez de la mano que mendiga. Todo el pueblo en conjunto buscado lo desaparecido, los familiares perdidos, en vez de la individualidad que omite y arrasa; la repartición de lo que haya en vez de la apropiación de lo que sea; la conciencia ahí, en el momento, y no en el reportaje periodístico para mañana. La solidaridad inmediata con lo que cada uno tenga, en vez del pedido de solidaridad de los otros.
Protagonistas del reparto
El llamado que surge de este terremoto gigante es a la acción consciente con el otro y por todos. No por mí, no por él, no por alguien que me va a recompensar mañana, no en tu contra, no en la mía, no en contra de todo, sino a favor de todos.
Si esto pasó, esto pasó. Pensar lo que pudo haber pasado si acaso esto o aquello y buscar los responsables de ese momento, implica un juicio inevitablemente desde hoy y desde las consecuencias sufridas por el que juzga. Pero juzga hoy, y hoy ya no es lo mismo, hoy ya todo pasó y me pasó y te pasó. Listo.
Frente a ello, quedarse y quejarse, incentivar a quedarse y quejarse, reclamar soluciones al gobierno, al rey, al papa, a la machi, o a un dios de tierra, tenderse a llorar para siempre y que sea esa la imagen televisiva que enciende los televisores, es no aprovechar la oportunidad presente.
Ya no sirve esperar que sean otros los que den las respuestas. Mañana puede que a esa respuesta la arrienden o la vendan y sea otra necesidad más, inventada, que tengamos que adquirir a la fuerza. A esos otros les conviene que las víctimas yazgan llorosas y clamen respuestas, pues así habrá quien pueda dárselas, y habrá quien pueda lucrar con ellas, Como se lucra con todo hoy día, hasta con lo más sagrado que tengas.