El adiós de Sai Baba

quinta-feira, 28 de abril de 2011


Finalmente, Sai Baba abandonó su vehículo terrenal, su gastado cuerpo, su cabellera ícono, su tímida sonrisa, y retornó a casa, por el camino de la luz.  Aconteció con él lo mismo que siempre sucede con todos y cada uno de nosotros cuando llegamos a la fecha de vencimiento de nuestro traje terráqueo. Completamos nuestro ciclo en este planeta y retornamos, despojados de todo, a curtir nuestra eterna eternidad. 

Si el popularísimo gurú hindú fue un avatar de la mismísima Divinidad (a la que en Occidente hemos dado en llamar Dios -sea para venerarlo, sea para negarlo) o simplemente fue un humano que abrió de par en par su canal de comunicación con el cosmos resulta un dato menor, pues lo que cuenta es lo que hizo por estas tierras. Si un Dios viene y hace daño, de poco nos habrá servido la visita de ese Dios. Si un común mortal pregona el amor incansablemente, su prédica nos habrá ayudado a ver con nuestro propio corazón.        

Los millones de seguidores y simpatizantes que en la India y en gran parte del mundo lamentaron su muerte han sentido en sus propias vidas y en sus almas los beneficios de las orientaciones y enseñanzas que derramó Sai Baba. Y siendo así, eso es lo que cuenta. Tanto da si fue Dios o un vecino de nuestro barrio.  

En  Puttaparthi, la misma pequeña villa del sur de la India donde apareció 84 años atrás en este mundo, su cuerpo fue velado y sepultado con honores de Estado y despedido con profunda aflicción por miles y miles de seguidores que, no obstante, no se sienten desamparados pues él los orientó a que cada uno fuera su propio gurú, que cada uno descubriera en sí mismo a la Divinidad. 

Nacido en 1926, en el interior de una familia pobre y bautizado con el nombre de Sathyanarayana Raju, a los catorce años dijo tener naturaleza divina y predicó durante tres días bajo un árbol de Puttaparthi, donde luego levantó su centro religioso, el "Prashanti Nilayam" o "Morada de la Paz".   

Tiempo más tarde se hizo famoso por sus supuestos milagros, habilidades místicas con las que producía ceniza o comida de la nada, o se sacaba de la boca joyas, bolas de oro y relojes, acciones que generaron admiración y veneración como fuertes polémicas ante denuncias diversas que lo acusaban de prácticas fraudulentas, afirmando que, supuestamente, utilizaba trucos de magia para convencer a la gente de su poder supraterrenal.


Los avatares que nos revelan
Ex seguidores también lo acusaron a él y a miembros de su organización de abusos sexuales contra niños y adultos varones, hechos que él siempre negó y por los que nunca fue acusado formalmente. Lejos de negarlo como representación del Divino, esas acusaciones parecían acercarlo a las controvertidas historias de otros líderes espirituales como Jesús, Mahoma, Buda, Quetzacoatl, Krishna, Saint-Germain, Lao Tsé, lo que acababa por reforzar la idea de que, efectivamente, fuera un avatar de una Suprema Divinidad. En un mundo salvaje donde hijos de Dios continúan a ser masacrados diariamente no es raro que, desde la sombra, se propicien nuevas crucifixiones del amor.

Ciertas versiones bíblicas señalan que Jesús fue llevado a la muerte por blafesmo, al considerarse el hijo de Dios, algo que no podían soportar como una verdad posible los sacerdotes de las religiones y sectas judías de su época. Y murió, crucificado, a los 33 años de edad. Sai Baba se colocó en una situación similar pero, tal vez como una prueba de una mínima evolución humana, logró vivir mucho más y, al final, morir por desgaste natural de la máquina. 

Se considera que la presencia en la Tierra de un avatar (en hindú, literalmente, descenso) tiene que ver con la necesidad de Dios de hacer contacto directo con la humanidad, relacionarse con los hombres y apreciar, en vivo y en directo, por donde anda la lenta y dudosa saga humana. Y también tiene que ver con lo opuesto-complementario: la necesidad que tiene la humanidad de entrar en contacto con la Divinidad y ser comprendida y ayudada por ella.  

Tal vez nunca sepamos a ciencia cierta si Sai Baba fue o no un avatar de Dios o de alguna otra máxima divinidad, pero la verdad es que sus enseñanzas eran en esencia las practicadas por esos avatares, cuyas orientaciones pretenden llevarnos al autoconocimiento, al descubrimiento de nosotros mismos, percibiendo nuestra propia divinidad y experimentando toda su potencialidad.  Ellos nos estimulan para que podamos reconocernos más allá de las recetas propuestas por las tradiciones religiosas, filosóficas o culturales, practicando cotidianamente valores humanos universales permanentes que están más vinculados al modo de ser y comportarse de la naturaleza universal que a las ideas y dogmas inventadas por los hombres.

En ese sentido, las palabras del primer ministro de la India, Manmohan Singh, resultan esclarecedoras: "Sathya Sai Baba era un líder espiritual que inspiró a millones de personas, mostrándoles que, sin renunciar a su propia religión, podían llevar una vida moral, siguiendo las ideas de verdad, conducta adecuada, paz, amor y no violencia". 

Conocido por su melena estilo "afro" y su larga túnica naranja, Sai Baba se hizo popular en Occidente en los años setenta, en gran parte gracias al movimiento hippie que enarboló esas premisas espirituales como banderas de una nueva propuesta civilizatoria. Verdad, paz, amor y no violencia. Componentes esenciales del ADN de un nuevo tiempo, de una terranova que viene anunciándose por ahí. 
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 

MAIS INFORMAÇÃO

  

0 COMENTÁRIOS :