* Por
Víctor Amela, Ima Sanchís, Lluis Amiguet
Hace una
década publicó Elogio a la lentitud, un best seller internacional que se
convirtió en el manifiesto del Movimiento Slow y que dio origen a un sinfín de
movimientos: desde la comida lenta, las ciudades lentas o el sexo lento hasta
el club de la pereza, en Japón. Ahora, con La lentitud como método, Carl Honoré
quiere pasar de la filosofía y los estudios científicos y sociales a ofrecer
herramientas para ser eficaz y vivir mejor en un mundo veloz. Para él, la gran
revolución del siglo XXI será pasar de hacer las cosas lo más rentable y rápido
posible a hacerlas lo mejor posible y pensando a largo plazo; y es aplicable a
todo: planeta, política, trabajo, salud, relaciones, sexo.
- Por qué
se puso a investigar sobre el tiempo?
- Fue un
momento epifánico: una noche, a la hora de la lectura del cuento, mi hijo
pequeño me preguntó: "Papá, ¿por qué esta vez sólo hay tres
enanitos?".
- ¿...?
- Me
saltaba líneas, párrafos y capítulos porque siempre tenía prisa.
- Es una
triste realidad muy extendida.
- Yo me di
cuenta de que había perdido la brújula y que debía reconectar con mi tortuga
interior. Como periodista, quise entender mi adicción a la prisa y me puse a
investigar en todos los campos.
- ¿Y
descubrió que la prisa mata?
- Mata, nos
lleva a cometer enormes errores, nos roba nuestro tiempo y nos impide ser
felices. Vivimos en la hiperactividad y la hiperestimulación, y eso nos resta
capacidad de gozo, de disfrute, de acceder al placer de cada momento. Mire qué
bonito día hace.
- Precioso,
sí.
- ¿Dará un
paseo y comerá en una terraza al sol, o lo hará rápidamente en la oficina para
poder ir al gimnasio?
- Es una
opción bastante común.
- A mí eso
del gimnasio me parece una metáfora del mal uso del tiempo. Podemos encontrar
momentos de ejercicio mucho más sanos y agradables que estar encerrados en una
jaula tecnológica con música, pantallas y sudor ajeno; pero somos adictos a las
soluciones rápidas y empaquetadas.
- ¿Por qué
hacemos eso?
- La
industrialización trajo la idea de que el tiempo es oro y empezamos a contar
minutos y a darles un valor económico. El tiempo se asoció al dinero y eso no
nos deja vivir. Las soluciones rápidas conllevan errores que luego hay que
subsanar con más tiempo y más dinero.
- Pero
insistimos...
- Sí,
porque por cada hallazgo, por cada solución rápida, por esos pequeños triunfos,
recibimos una descarga química; eso, unido a que estar ocupado y estresado es
signo de prestigio, lleva a que literalmente nuestra relación con el tiempo nos
haga infelices. Debemos aprender de nuevo la lentitud.
- Primero
habrá que valorarla.
- No hay
más que informarse: todas las grandes ideas son el resultado de horas en
soledad mirando el cielo, pensando y planificando. Cuando surge la chispa, esa
brillante intuición no es más que el resultado de tu base de datos, de
relacionar una idea con otra. Las investigaciones sugieren que se requieren
diez mil horas de práctica para dominar una disciplina hasta el punto de poder
dar los saltos intuitivos que diferencian a los mejores de los mediocres.
- Me está
hablando de dedicar horas.
- Le estoy
diciendo que son los detalles ínfimos y cotidianos los que marcan la
diferencia, y para percibirlos y trabajarlos nuestro objetivo ha de ser el
largo plazo.
- ¿Pensar
en lo pequeño para llegar a lo grande?
- Para
llegar a lo óptimo. Si no tiene tiempo de hablar con su pareja, de jugar y reír
con sus hijos, ¿qué relación espera tener? Si en general dedicamos más tiempo a
mirar la tele que a mirarnos a los ojos, ¿espera que la pasión se instale en su
vida? ¿Qué cree que lamentará más su marido en su lecho de muerte, haberse
perdido partidos del Barça o no haber amado más profundamente?
- Entiendo.
- John
Wooden, considerado uno de los mejores entrenadores de la historia del deporte
universitario, batió el récord al ganar diez campeonatos en diez años. Enseñaba
a sus jugadores a ponerse las medias, cómo enrollarlas, meter la punta del pie
e ir desenrollándolas. Decía que las medias arrugadas causan ampollas que
afectan al rendimiento, pero sobre todo que la atención a los pequeños detalles
que pasan inadvertidos es la diferencia entre ser campeones y casi campeones.
- ¿Qué nos
aconseja para convertirnos en campeones?
- Acepte la
incertidumbre, que es consustancial a la vida y que en esta sociedad llevamos
muy mal. Reconozca las equivocaciones, porque eso permite cambiar la óptica y
encarar el mundo con más frescura intelectual. Y, sobre todo, juegue.
- ¿A qué?
- A
explorar sin prejuicios. Hoy la ciencia nos dice que el juego puro nos
reorienta el cerebro y nos provoca una expansión de creatividad. Es otra manera
de pensar que nos conecta con el otro para argumentar, desafiarnos, crear.
- Requiere
esfuerzo.
- Buscamos
atajos que tratan los síntomas del problema en vez de la causa y queremos que
la solución nos entregue un punto final, pero para los problemas complejos no
hay punto final.
- Su música
de fondo es el tic tac...
- Gracias a
las nuevas neurociencias sabemos que simplemente mirando un reloj al ser humano
le entra angustia. Yo lo he desterrado.
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