Cuando se habla de transgénicos se habla de alimentos. Alimentos genéticamente alterados (de alter: otro ser, distinto y separado del ser original). También denominados OGMs -organismos genéticamente modificados. Es decir, seres vivos, creados en laboratorio por el hombre. Que juega a ser Dios, por la única vía que encontró hasta aquí esta pobre criatura para desafiar al Gran Espíritu: hacer mucho dinero y controlar así la materia de este planeta. Money, money.
En ese jueguito de ingeniería genética el ADN de, por ejemplo, una papa es alterado artificialmente. Se cruzan genes de especies diferentes de animales, vegetales o microbios para atribuirle a la papa una determinada característica, distinta a las programadas por la naturaleza para esa papa. El objetivo es cosechar muchas más papas, gastando menos dinero y ganando más. Business is business, vió?
Seis son los países que más producen transgénicos en el mundo: Estados Unidos, Canadá, México, Argentina, China y Australia. Soja, maíz, algodón, papa, canola (aceite de colza) son los principales productos que se cultivan a partir de semillas transgénicas. Pero también ya se están realizando tests con banana, brócolis, café, zanahoria, frutilla, frijol, ananá. Y el producto de todo eso, nosotros nos lo metemos adentro de nuestro cuerpo. Casi siempre, contentos; la mayoría de las veces, ignorando todo. Pues bien, aquí va una mínima lista de las consecuencias para la salud y para nuestro medio ambiente que nos trae el consumo de tamaña porquería:
- Calidad nutritiva disminuída. Los alimentos que sufren manipulaciones genéticas pueden ver mermada sus propiedades nutricias, y eso puede interferir en la absorción por el metabolismo del ser humano.
- Efectos inesperados sobre mi salud. La transferencia artificial de genes entre diversos alimentos causa, en ciertos casos, alteraciones significativas en la estructura y función del alimento modificado, lo que puede derivar en efectos inesperados y negativos sobre la salud
- Venenos en mi cuerpo, en la tierra y en los ríos. Los transgénicos tienen una alta resistencia a los herbicidas, lo que permite una aplicación de esos agrotóxicos en grandes cantidades. Así, algunos generan un aumento de residuos de venenos que permanecerán en los alimentos consumidos y contaminarán la tierra y el agua de los ríos.
- Tóxicos en mi cuerpo. Con la interferencia de la ingeniería genética, muchas plantas corren el riesgo de pasar a producir neurotoxinas o inhibidores de enzimas que las vuelven tóxicas.
- Reacciones alérgicas. Proteínas que son transferidas de un alimento a otro pueden pasar a tener propiedades alergénicas y así, provocar serias reacciones alérgicas en consumidores más sensibles.
- Resistencia a los antibióticos en mi organismo. Los alimentos modificados contienen genes antibiótico-resistentes y pueden contagiar esa característica a personas y animales, que pueden ver anuladas la efectividad de tratamientos con antibióticos.
- Nuevos vírus y nuevas enfermedades en mi organismo. Científicos están alertando sobre el uso de ténicas de resistencia a virus aplicadas en la agricultura, lo que provocaría la aparición de nuevos tipos de virus generadores de nuevas enfermedades más complejas que alcanzarían al ser humano.
- Creación de plagas y menor biodiversidad. De continuar el juego perverso de la ingeniería genética, debe esperarse un empobrecimiento de la biodiversidad. La mistura del ADN de vegetales diferentes puede desencadenar en la creación de fuertes plagas y plantas “más salvajes” eliminado a especies e insectos benéficos al equilibrio ambiental.
- Empobrecimiento de la tierra. Las plantas transgénicas absorben mayores cantidades de nutrientes de la tierra que las plantas orgánicas. Ese proceso acaba agotando esos nutrientes e inhabilitando a la tierra para nuevas siembras de cualquier especie. Luego, se necesitan nuevas tierras vírgenes para seguir plantando, tendencia que estimula la deforestación.
- Amenazantes seres vivos. El impacto negativo de la manipulación transgénica en la cadena biológica es hoy imposible de ser previsto o siquiera controlado. Los OGMs son seres vivos y, por tanto, susceptibles a sufrir mutaciones, multiplicarse y diseminarse. Una vez introducidos en los ecosistemas, los transgénicos no podrán ser eliminados.
No obstante, tienes opciones que podrías comenzar a practicar en beneficio de tu salud, en el cuidado de tu propia vida y la de tus hijos. Una iniciativa mínima y elemental es organizar una huerta de sobrevivencia. En tu patio, en tu jardín, en canteros, en cualquier terrenito disponible; hasta en el techo de tu casa (como en la foto de arriba). De allí podrás obtener una interesante variedad de hortalizas orgánicas en vez de transgénicas, con una mayor calidad alimenticia. De paso, metes un poco la mano en la tierra, juegas con ella, creas vida, te limpias del estrés, vuelves a disfrutar del auténtico sabor de los alimentos y encima te ahorrarás una cantidad de dinero más que interesante. Piénsalo bien.
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