La especie que no se ama...

quinta-feira, 28 de novembro de 2013



Amarnos como hermanos o vivir como imbéciles

“Nos hace falta amarnos como hermanos o prepararnos a vivir como imbéciles, decía Martin Luther King. Y estoy de acuerdo: Nuestro problema fundamental es que somos una especie que no se ama. Todas las crisis en las que estamos inmersos (ecológica, económica, política o cultural) vienen de nuestra relación de enfrentamiento con nosotros mismos y con los demás".

La contundente aseveración pertenece a Patrick Viveret, un parisino de 65 años licenciado en Filosofía, dedicado principalmente al activismo político ciudadano, para quien estamos viviendo un momento crucial que nos da la opción de elegir entre varios modos de desaparecer, desde la destrucción del ecosistema hasta las armas de destrucción masivas.

En el siguiente texto encontrarás una síntesis de sus definiciones -a veces brutales pero siempre optimistas- publicadas en una entrevista dada al diario La Vanguardia, de Barcelona, España:

Detrás de todo sistema de dominación lo que hay es miedo. Miedo de los dominados y de los dominantes.

En Wall Street sólo se conocen dos sentimientos: la euforia y el pánico, que equivalen a la psicosis maniacodepresiva. Del mismo modo que en un individuo hay un vínculo entre la desmesura y el malestar, eso existe también a nivel social.

Espinoza decía que hay dos sentimientos fundamentales en el ser humano: el miedo y la alegría. La energía de la alegría reduce el miedo. El desafío es crear redes que se ayuden entre ellas para resistir el miedo y espabilar la alegría de vivir, de ser conscientes de la felicidad que cada uno llevamos en nuestro interior y hacerla salir.

Hay tres necesidades fundamentales en todos los seres humanos por encima de la conquista y el poder: amor, felicidad y sentido.

Por eso la mejor fórmula para estar en el mundo es sobriedad y buen vivir. No es suficiente salir de los excesos, también hay que atacar la causa del mal vivir. Por fortuna cada vez hay más movimientos asociativos que lo promueven.

La condición humana es apasionante: esta posibilidad de vivir un breve momento de la historia del universo de forma consciente es algo absolutamente excepcional. Y como de todas formas nos vamos a morir la cuestión no es el miedo a la muerte, sino el despilfarro de vida.

Hay una economía mundial del mal vivir; un vínculo entre las necesidades vitales y el despilfarro de la insatisfacción. Según informes de la ONU, sólo los gastos de drogas y toxicomanía anuales son diez veces superiores a la suma que permitiría erradicar el hambre, el acceso al agua potable, a los cuidados básicos de salud y a una vivienda decente de todos los seres humanos. Por eso la cuestión del buen vivir es un gran desafío.

Amarnos como hermanos o vivir como imbéciles
Hay una sociedad civil mundial que se está haciendo cargo cada vez más de los intereses generales de la humanidad y que le dice a sus gobiernos: "Haced vuestro trabajo de servicio publico a la humanidad o marchaos".

Si miramos las cosas del lado positivo, vemos una gran creatividad en todo el mundo aplicada a cuestiones vitales, como la alimentación y el agua. Uno de los desafíos es vincular todas esas iniciativas desde la escala local hasta la mundial.
 



Hay que salir de sistemas que están gangrenados por la economía especulativa. La ciudadanía debe saber que de 4 billones de dólares sólo el 2% corresponde a bienes y servicios reales, el resto es puro casino.

Más allá de un sueldo medio, no hay correlación entre el nivel de ingresos y la felicidad. Los nuevos indicadores de riqueza se aplican y multiplican en varias regiones del mundo y son retomados por instituciones internacionales como la ONU. Uno de esos indicadores se da a través de las monedas sociales.

La moneda local permite tomar contacto con la economía real: favorece los intercambios y la creación de riqueza. Hay en el mundo unas 5.000 iniciativas de monedas sociales que funcionan al margen de los bancos, y el número va aumentando.

Y hay un tercer terreno que también está cambiando. Hay un incremento de búsqueda espiritual que obliga a las grandes religiones a moverse apartándose de su base tradicional.

En sintésis, podemos decir: sí, hay alternativas al despotismo político, al fundamentalismo religioso y a la captación de riqueza.q

| Vía La Vanguardia
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