Sembrando en el asfalto

domingo, 6 de abril de 2014



El campo está entrando en la ciudad de la mano de los urbanitas. Varios fenómenos conectados entre sí han crecido en los últimos años e indican que en tiempos de globalización, contaminación, velocidad, consumismo y pensamiento líquido muchos ciudadanos están optando por volver a poner las manos en la tierra. Los huertos urbanos, en todas sus modalidades, proliferan en el asfalto, en una tendencia sin adscripciones sociales ni generacionales. Una tendencia que enlaza con el aumento de la agricultura ecológica y el consumo de productos locales.

Es una iniciativa que se expande poco a poco en las grandes ciudades. Aún con las evidentes dificultades que debe afrontar la instalación de huertos en terrazas y balcones particulares ha experimentado un crecimiento notable.

Hace apenas unos años la venta de material para construir huertos urbanos en terrazas era testimonial. Hoy es una demanda social consolidada. Hay quienes sólo plantan una tomatera, otros montan una pequeña estructura para enseñar a sus hijos el origen de los alimentos, el sentido del tiempo y del cuidado. Muchos optan por cultivar su espacio con criterios ecológicos, y otros, simplemente, regalan un huerto porque está de moda.

El abanico es amplísimo y diferente, pero indica el creciente interés por recuperar los orígenes, como un acto individual o colectivo mediante los movimientos ciudadanos organizados, ya hace unos años, para reconquistar espacios verdes entre edificios aprovechando espacios infrautilizados. Es la multiplicación de la experiencia de Nueva York conocida como la Green Guerrillas, una organización que anima y ayuda a la gente a cultivar y ajardinar zonas urbanas en desuso y que ya montó su primer jardín en 1973.

Os grupos inspirados en el movimiento Transition Town, nacido en Gran Bretaña en el 2005, que promulga una transición en las urbes hacia un estilo de vida que requiera menos consumo energético creando comunidades sostenibles para hacer frente al cambio climático y al previsible agotamiento, antes o después, del petróleo –la teoría del pico del petróleo–. Una de sus estrategias es la creación de huertos urbanos.


Estos espacios y muchos de los huertos en las terrazas se cultivan con criterios ecológicos –semillas, compuesto, aprovechamiento de agua de la lluvia, etc. Normalmente, los tomates y las lechugas son las hortalizas más agradecidas para hacer crecer. En el pequeño consumo del huerto de terraza, la posibilidad de arrancar hojas sueltas de lechugas, acelgas o coles para el consumo del día facilita un disfrute más largo.

El foco puede abrirse o cerrarse, pero siempre hay algo nuevo que mostrar. En Detroit (Estados Unidos), una ciudad arrasada por la crisis económica debido a su vinculación con el sector automovilístico, se ha apostado por reconvertir los edificios industriales en ruinas y las casas abandonadas en huertos que acojan cultivos de invernadero. Se trata de invertir en tecnología verde e incentivar la agricultura urbana en el suelo abandonado.

Brotes verdes que crecen en el asfalto muestran también la búsqueda de nuevos valores. No es lo mismo, pero la historia está cargada de referencias. El Renacimiento que sucedió a la oscuridad de la Edad Media, con las plagas y la muerte en las ciudades, recuperó el beatus ille latino, la alabanza de la vida sencilla y desprendida del campo frente a la caótica y angustiante vida de la ciudad. q

|Vía La Vanguardia
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