Un huerto escolar es una herramienta educativa muy valiosa que ayuda a fomentar el respeto al medio ambiente, los valores ecológicos y el conocimiento de la sostenibilidad, como también permite disfrutar de alimentos cultivados por los propios escolares, valorar sus propiedades y hasta desterrar el fantasma de las desnutrición en los sectores más pobres permitiéndoles a los propios estudiantes alimentarse correctamente.
Los proyectos de huertos escolares ecológicos comienzan a tener existencia real en las escuelas y cada vez hay más programas educativos que contemplan la creación de ellos. Pero para que este tipo de iniciativas sean posibles se requiere que estén involucrados niños, profesores y padres. Hasta porque, en muchos casos, como los de las escuela rurales, el proyecto trasciende el ámbito escolar y pasa a ser parte de toda la comunidad.
Un mundo nuevo comienza a insinuarse y los niños de hoy serán los adultos que mañana liderarán ese nuevo tiempo. Ellos intuyen cuál es el camino, por dónde y hacia donde debe ir la humanidad. Pero desconocen las herramientas, condiciones y posibilidades que existen en este planeta. Nuestra tarea como adultos consiste en facilitarles el acceso a los detalles de información y al ejercicio práctico de los nuevos ideales.
Si queremos que los niños cambien sus hábitos nutricionales y valoren los alimentos saludables, una huerta escolar es la mejor manera de conseguirlo. Con ello, los niños además aprenden a trabajar en equipo, adquieren conocimientos de horticultura y realizan actividades físicas muy beneficiosas y agradables.
El requisito básico para crear una huerta escolar, es que se deben sembrar vegetales fáciles de cultivar, como patatas, tomates, zanahorias; incluso se pueden utilizar algunos árboles frutales como cerezos, nísperos, manzanos, perales.
Otro requisito es que los niños sean conducidos por alguien con experiencia en el campo del cultivo horto frutícola: un padre, un profesor aficionado al cultivo de la huerta, una persona mayor con experiencia en el área. No es difícil encontrar a alguien que, junto con el docente de la asignatura, sea el guía de los niños en la huerta.
Con respecto al terreno, quizá en las grandes ciudades es un poco más complicado, pero no imposible. Por otra parte, tampoco es necesario que sea un área extensa. Disponer de una zona en el patio de recreo del mismo colegio es muy posible de conseguir.
Con los huertos escolares, además, se logra compromiso y responsabilidad, los niños adquieren valores que les servirán en la edad adulta. La producción de alimentos se convierte en un juego de niños muy instructivo y educativo. Y el niño va adquiriendo herramientas que le permiten confiar en su propia capacidad para garantizar su sobrevivencia, disminuir ese preocupación biológica y liberar su alma y su mente para la búsqueda de los caminos tan particulares del crecimiento personal.q
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