El cambio somos nosotros (o no?)

domingo, 29 de maio de 2016



* Por Alú Rochya 

Las más efectivas adaptaciones a las mutaciones que proyecta para nuestro planeta el denominado cambio climático son aquellas que cada uno de nosotros pueda hacer de manera concreta en nuestra cotidianeidad, en nuestra casa, en nuestro barrio. Y eso está más cerca de lo que imaginamos, y presenta mayores chances de ser llevado a la práctica de lo que creemos.

Se trata de un movimiento mínimo: abrir los ojos. Quien más quien menos sabe o conoce o dispone de alguna información acerca de lo que está aconteciendo. Sin embargo, la mayoría opta por cerrar los ojos, hacerse de distraído y seguir con la vida que venía llevando. Despertarse, levantarse y encarar el mismo diagrama de una jornada en la que cada uno gasta y consume mucho más de lo que la naturaleza puede producir en ese mismo día. El material de todo lo que tenemos y consumimos, desde un automóvil hasta el pan de cada día, ab-so-lu-ta-men-te to-do, es extraído de la tierra. Y estamos extrayendo en una proporción de 3 a 1. Es decir, nos estamos devorando el planeta.

Abrir los ojos es hacerse cargo de lo que está aconteciendo, pues somos los únicos seres vivos del planeta que podemos replantearnos la vida de manera conciente y reorganizarla desde esa conciencia. Las plantas, animales y minerales también tienen su inteligencia y a menudo la aplican mejor que los seres humanos, pero su conciencia es limitada. Sólo nosotros podemos acceder a la información total, sólo nosotros podemos ver lo que está aconteciendo en todas partes y en todos los planos, sólo nosotros poseemos las tecnologías (natural y artificial) necesarias para modificar las cosas. Somos nosotros, pues, los únicos que estamos en condiciones de tomar el comando para garantizar y organizar una vida buena, digna y posible para todos los seres vivos.

A veces da la sensación de que fuésemos pasajeros de un Titanic planetario, que bailamos alegremente al ritmo frenético impuesto por el aceleracionismo capitalista sin percibir que el barco se hunde irremediablemente. Atravesamos cada dia nuestra ciudad sin atender que las ciudades son responsables por el 80% de la emisión global de los gases llamados de efecto estufa. Como lógica consecuencia, las ciudades acaban sufriendo el mayor impacto ambiental, originado en su propio desatino. Uno de los problemas clave es la superpoblación. Más del 50% de la humanidad se concentra en áreas urbanas. Así, no es de extrañar que, juntas, las 50 mayores ciudades del mundo emitan 2 mil 600 millones de toneladas de gases y se ubiquen en el tercer lugar del triste ranking de polución que encabezan los territorios de Estados Unidos y China.

Los pobres buscan en las ciudades una salvación que jamás alcanzan .
Las ciudades y sus habitantes se han constituído en los grandes villanos del  calentamiento global. Y es lógico. En la procura desesperada por sacarle el mayor jugo posible, los grupos de poder han arrasado con toda regla de convivencia con la naturaleza y han acabado por degradarla. Buscando votos para los políticos y consumidores para los grandes empresarios, quienes detentan ese poder no han reparado en concentrar multitudes ilusas. Y estas, a su vez, no han conseguido lo que buscaban en la gran urbe y, por el contrario, han multiplicado la carencia de todo.

Se exige, claro, un replanteo profundo de la vida en las ciudades. No sólo para atenuar los efectos del clima díscolo, principalmente para reproyectar la organización misma de la humanidad hacia una etapa post urbanadonde la existencia de los hombres y mujeres y sus acciones cotidianas estén armonizadas con el organismo vivo que representa la naturaleza terrestre, de la que somos tributarios y beneficiarios.

Se hace necesario comprender que necesitamos de dos herramientas imprescindibles: sustentabilidad y humildad. Puede apreciarse en nuestra vida cotidiana: si gastamos más de lo que ganamos nuestra vida no se sustenta y si consumimos un montón de cosas que no precisamos somos estúpidamente vanidosos pero igualmente irresponsables. Ser sustentable y humilde es ejercer un consumo en base a la disponibilidad de los recursos y a las reales necesidades humanas.

Ser sustentable y humilde también es tener que angustiarnos menos por las deudas o por no poder comprar lo que nos quieren encajar a toda costa; ser sustentable y humilde es dejar de matarnos trabajando para obtener dinero para dárselo a otros y poder disponer de mayor y mejor tiempo para hacer lo que más nos gusta y deseamos, que es a esto a lo que vinimos al mundo.

Villas a escala humana, la mejor respuesta a las ciudades degradadas y sin alma.
No esperemos demasiado de nuestros líderes y gobernantes. Exijamos, demandemos, votemos bien pero sobretodo hagamos nuestra parte. Si abrimos los ojos, veremos que tenemos a nuestra disposición un listado de soluciones pequeñas que pueden contribuir a hacer nuestra vida mejor más agradable y de mayor calidad. Cómo?...Comenzando por casa. Empecemos por tener en cuenta nuestra propia familia. Enseguida, a nuestros vecinos, a nuestros amigos y preguntémonos que podemos hacer juntos para gastar menos, consumir menos, arrancarle menos a la madretierra. Veamos qué es posible hacer en la escuela, en los ayuntamientos, en las organizaciones sociales del barrio y del pueblo. Nos  informemos acerca de proyectos sustentables, por ejemplo, de permacultura o de huertas orgánicas que podamos desarrollarlos en nuestra casa y en nuestra calle.

Pensemos también en proyectos de ecovillas, de comunas de transición. Organicemos el consumo en el barrio o en el pueblito propiciando compras comunitarias. Introduzcamos métodos racionales de recolección selectiva de la basura, haciendo reciclaje, utilizando el desecho orgánico. Reconozcamos las zonas inundables y adoptemos medidas de prevención. Ensayemos proyectos de relocalización de viviendas. Construyamos con materiales ecológicos. Mantegamos limpios los lugares públicos. Abramos espacios culturales que nos ayuden a crear soluciones y a crecer espiritualmente, como seres humanos y no como meros consumidores. 

Para tomar las decisiones que no toman nuestros gobernantes es necesario que nosotros tomemos el poder. Hoy la toma del poder pasa por el empoderamiento individual y grupal, por hacernos cargo del poder que tenemos y usarlo para producir el cambio. Abramos los ojos y levantemos la mirada al cielo y atendamos las señales del cosmos. Liberemos nuestro espíritu y con él liberemos los sueños. Hemos venido a este planeta a ser algo más que consumidores, votantes y comparsa de dirigentes ególatras y delirantes. Hemos venido a realizar bellos proyectos personales y comunitarios, a través de los cuales  podremos acompañar el ineludible sentido evolutivo del universo. Reinventemos la vida, nuestra propia vida. Otro mundo y otra vida son posibles. Y tú lo sabes.
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